Informe: Propuestas para la prevención y detección de enfermedades infecciosas emergentes (EIE) en Guatemala

Autores

Equipo de RCG: Mónica Ulloa Ruiz, Guillem Bas Graells, Roberto Tinoco, Jorge Torres Celis, Jaime Sevilla Molina (Epoch) y Claudette Salinas,

Michelle Bruno (Omica.bio, IFBA), Alonso Flores (iGEM) y Paulina Paiz (FUNSALUD Guatemala, Genentech)

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Desde la Plaga de Justiniano hasta la reciente pandemia del COVID-19, las enfermedades infecciosas han causado algunos de los mayores episodios de mortalidad de la historia. Muchos de los patógenos causantes han existido durante milenios, pero el cambio en el comportamiento humano ha facilitado su propagación. El aumento de la población humana, la globalización y el daño ambiental están contribuyendo a la aparición de nuevas y peligrosas enfermedades humanas, conocidas como enfermedades infecciosas emergentes (EIE), como el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el sida, la enfermedad del Ébola, el dengue o la fiebre amarilla. De hecho, en el periodo comprendido entre 1940 y 2004, se han identificado al menos 335 EIE. Durante este periodo, se ha observado un claro aumento en el número de EIE por década de acuerdo con datos de la OMS, lo que indica una tendencia al alza que se espera que continúe en el futuro.

En los últimos años, la mayoría de las enfermedades emergentes en humanos han sido transmitidas por agentes patógenos zoonóticos, es decir, aquellos que se transmiten entre animales y seres humanos. Se estima que aproximadamente el 60,3% de las EIE en las últimas décadas tienen origen zoonótico, lo que representa un importante desafío para la salud pública.

En este contexto, Guatemala emerge como un país de particular interés para nuestro análisis, ya que cuenta con una combinación de factores que favorecen la aparición de hotspots epidemiológicos. Entre estos factores se encuentran el clima cálido, la presencia de bosques tropicales y una amplia variedad de especies silvestres, así como la cercanía entre núcleos de población humana y hábitats naturales. Esto se suma a una rápida urbanización, un desarrollo agrícola insostenible y una alta densidad poblacional. En efecto, Centroamérica es una de las regiones de más rápido crecimiento urbano en el mundo, y Guatemala destaca en esta región con una tasa anual de crecimiento de la población urbana del 3,4%, lo que la convierte en uno de los principales impulsores de esta tendencia.

A su vez, en Guatemala se han reportado brotes de enfermedades como la fiebre del dengue, la enfermedad de Chagas y la influenza aviar. Esta dinámica es en parte propiciada por las actividades ganaderas y avícolas, las cuales son comunes en la población rural guatemalteca. El 60% de la proteína animal consumida por los guatemaltecos proviene de la cría local de aves, las cuales pueden ser reservorios de enfermedades ya conocidas, como la influenza aviar o el virus del Nilo Occidental. Estos brotes se han agravado por la deficiente infraestructura sanitaria en algunas áreas. Por ejemplo, el acceso deficiente a servicios de saneamiento, especialmente en áreas rurales y entre grupos indígenas, contribuye a la propagación de enfermedades infecciosas. Según datos de la OMS y UNICEF, aproximadamente el 44% de la población rural guatemalteca no tiene acceso a un saneamiento básico, y casi la mitad de la población en el país carece de acceso a saneamiento mejorado.

Por último, en cuanto a la inversión en salud pública, Guatemala muestra un gasto per cápita relativamente bajo en comparación con otros países de la región. En el año 2022, el gasto público en salud se ubicó en 82 euros per cápita, mientras que países como Costa Rica y Panamá tuvieron un gasto per cápita de 634 y 590 euros, respectivamente. México, por su parte, tuvo un gasto de 246 euros per cápita, mientras que otros países de América Central se ubicaron entre los 99 y 169 euros.

Considerando estos factores, en el presente informe identificamos posibilidades de mejora y realizamos recomendaciones en las áreas de detección y prevención de enfermedades infecciosas. Se han propuesto cuatro objetivos de prevención: mejorar las condiciones de saneamiento a través de intervenciones en la infraestructura esencial, como domicilios y servicios públicos de agua y residuos, así como a través de medidas sanitarias a adoptar en el contacto con animales domesticados –ganadería, veterinaria, etc.– o silvestres –entornos de alto riesgo como las cuevas–; combatir el tráfico ilegal de vida silvestre; detener la deforestación y otras formas de degradación ambiental; y evitar el abuso de antibióticos en la industria animal.

En cuanto a las áreas de detección, se propone una mayor articulación de los sistemas de vigilancia epidemiológica, incluyendo una mayor coordinación entre el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), así como una mayor participación de las comunidades locales. También se sugiere implementar un enfoque proactivo para la detección de patógenos a través del monitoreo sistemático en población de alto riesgo y del establecimiento de clínicas móviles de testeo que realicen pruebas de amplio espectro en comunidades rurales. Por último, se recomienda mejorar la transparencia y accesibilidad de los datos, además de implementar soluciones tecnológicas como la secuenciación genómica y el procesamiento de lenguaje natural para rastrear focos de infección en redes sociales.

Todas estas propuestas han sido fundamentadas en la literatura científica y en entrevistas realizadas a expertos en la materia. Se considera que su implementación es viable en el contexto de Guatemala y se espera que reporten beneficios significativos para la salud pública y otros sectores, sin suponer un coste excesivo.

Tabla 1. Sintesis de propuestas


Agradecimientos

Agradecimientos especiales por su ayuda y comentarios a Ediner Fuentes, Paula Prist, David Manheim, Jasper Götting, Ian Peter Busuulwa, Jacob Graabak, Jasmin Kaur, Tessa Alexanian. 


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